Mientras la malnutrición infantil en Venezuela llegó a un 30%, de acuerdo al registro de la Fundación Bengoa, entre el último semestre del año 2015 y lo que va del 2016, el Instituto de Investigación en nutrición de la Universidad de Carabobo realiza un proceso de diagnóstico nutricional en comunidades más deprimidas, como Puerto Cabello, Morón, Naguanagua y Zona Sur de Valencia, en el que miden el peso y la talla, para luego establecer los indicadores del impacto que estaría causando este lamentable fenómeno en el país, a raíz de la agudización de la escasez de alimentos.
De acuerdo con la información del doctor Gustavo Oviedo, coordinación del postgrado de nutrición de esta casa de estudio y quien dirige el estudio, participan estudiantes de 6° año de medicina y docentes de la Escuela de Salud Pública de la Facultad de Ciencias de la Salud, de la Universidad de Carabobo, que casa por casa van tomando datos de la población infantil de estas zonas, relacionados con el peso para la talla, peso para la edad, talla para la edad y el índice de masa corporal.
Con estos indicadores y luego de compararlos con los valores de referencia establecidos para Venezuela por FUNDACREDESA, se determinará el estado nutricional de la población, la cual se dividirá en pre-escolares (2 a 6 años), escolares (7 a 14 años), adolescentes (15 a 17 años) y adultos (mayores a 18 años). Con estos datos se calculará el porcentaje de desnutrición, la obesidad y los casos con peso normal.
Sin embargo, analiza el experto, que ya los niños venezolanos estaría en “insuficiencia crítica” en cuanto al consumo de energía por día. Valor que la Fundación Bengoa –dedicada al seguimiento de la nutrición en esta población pero incluida en el sector escolar- ha determinado a través de sus mediciones que es menor a 1700 calorías, cuando debería ser 2.500.
Pero, de acuerdo con los datos revelados por el CENDAS (Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros), se requieren de al menos 12 salarios mínimos o 5,5 integrales (sueldo + bono de alimentación), para satisfacer los requerimientos nutricionales de una familia de 5 personas.
Además, que el consumo de proteína animal (carne, pollo, quesos, huevos) se redujo al 20 % de lo consumido por cada habitante durante año 2015. Y el desabastecimiento de la leche y el azúcar es mayor al 90 %. En otros grupos de alimentos (arroz, pasta, harina de maíz precocida) alcanza hasta un 80%.
Secuelas a corto, mediano y largo plazo
Estas sostenidas deficiencias, a juicio del experto, a corto plazo conllevan consecuencias como incremento de la desnutrición Infantil (en niños menores de 5 años) hasta un 10%. Desnutrición en la edad escolar (5 a 14 años) cerca del 30%.
Y a mediano plazo, incremento de la anemia, obesidad, diabetes mellitus y enfermedad hipertensiva.
Lo más peligroso, sería a largo plazo, entre los se acarrearían trastornos en el crecimiento y desarrollo de la población infantil; trastornos de la atención y el rendimiento escolar por la anemia; incremento de la enfermedad cardiovascular y osteoporosis en la población adulta.
Para Maritza Landaeta, coordinadora de investigación de Bengoa, la intensificación de la crisis en Venezuela está causando secuelas visibles. “25% de los niños dejó de acudir a las escuelas, porque no tenía que comer”, según ha comprobado esta Ong que desde hace 5 años trabaja en alianza con 22 colegios de Fe y Alegría de todo el país. En estas instituciones brindan orientación sobre la correcta nutrición de niños y jóvenes, aparte impulsan programas de registro de talla y peso.
Sobre esta muestra de colegios, que abarca a 4 mil niños, es que la Fundación realizó la investigación con la que llegó a establecer que la desnutrición está alcanzando niveles críticos.
Landaeta no quiere imaginarse cómo estarán los porcentajes de anemia en la población infantil, si el año pasado la deficiencia de hierro se ubicaba entre 20% y 30%. Y los datos de la Encovi 2015 (Encuesta sobre condiciones de vida en Venezuela) revelaban una reducción de 50% en el consumo de alimentos como leche, queso, huevos, carne, pescado y pollo, vitales en el crecimiento y desarrollo de los pequeños.
Esa pereza, puede ser desnutrición
Otra repercusión palpable de la ausencia de proteínas pudiera esconderse tras actitudes aparentemente “flojas” por parte de algunos niños, que refieren los docentes, ha declarado la médico pediatra Mercedes López de Blanco, vicepresidente de la fundación Bengoa.
-Algunos docentes dicen manifestar que los niños están “flojeando”, pero quizás no se percatan de que están desnutridos. La disminución de proteínas, no solo los vuelve débil o delgado, sino desconcentrados, distraídos y levemente tardíos en sus respuestas, refiere López de Blanco.
Este panorama pudiera revertirse. “El ser humano tiene una capacidad de recuperación. Desde el momento de la concepción hasta los dos años de los niños es una situación crítica. Allí cualquier cosa que ocurra es difícil de corregir. Sin embargo, se puede. En cambio, los niños que hayan presentado un daño permanente, por ejemplo cinco años de hambre, no se recuperarán. La situación es espinosa, pero sí actuamos ya, será irreversible”.
La labor de la fundación Bengoa no solo se centra en la investigación, también en la asistencia. Cuando detectan niños con marcados déficits los refieren a Cania, el Centro de Atención Nutricional Infantil Antímano, Caracas, donde le ayudan en el apoyo médico para que salgan de ese estado.
En Carabobo, el Instituto de Investigación en nutrición de la UC se dedica a orientar a la población que recorre a cómo hacer sustitución de los alimentos que escasean. Mientras, no se está al tanto de alguna actividad por parte del Estado de cómo se revertirán estas secuelas que, según los pronósticos, pudieran mejorarse si hay producción de los alimentos.
Estas sostenidas deficiencias, a juicio del experto, a corto plazo conllevan consecuencias como incremento de la desnutrición Infantil (en niños menores de 5 años) hasta un 10%. Desnutrición en la edad escolar (5 a 14 años) cerca del 30%.
Y a mediano plazo, incremento de la anemia, obesidad, diabetes mellitus y enfermedad hipertensiva.
Lo más peligroso, sería a largo plazo, entre los se acarrearían trastornos en el crecimiento y desarrollo de la población infantil; trastornos de la atención y el rendimiento escolar por la anemia; incremento de la enfermedad cardiovascular y osteoporosis en la población adulta.
Para Maritza Landaeta, coordinadora de investigación de Bengoa, la intensificación de la crisis en Venezuela está causando secuelas visibles. “25% de los niños dejó de acudir a las escuelas, porque no tenía que comer”, según ha comprobado esta Ong que desde hace 5 años trabaja en alianza con 22 colegios de Fe y Alegría de todo el país. En estas instituciones brindan orientación sobre la correcta nutrición de niños y jóvenes, aparte impulsan programas de registro de talla y peso.
Sobre esta muestra de colegios, que abarca a 4 mil niños, es que la Fundación realizó la investigación con la que llegó a establecer que la desnutrición está alcanzando niveles críticos.
Landaeta no quiere imaginarse cómo estarán los porcentajes de anemia en la población infantil, si el año pasado la deficiencia de hierro se ubicaba entre 20% y 30%. Y los datos de la Encovi 2015 (Encuesta sobre condiciones de vida en Venezuela) revelaban una reducción de 50% en el consumo de alimentos como leche, queso, huevos, carne, pescado y pollo, vitales en el crecimiento y desarrollo de los pequeños.
Esa pereza, puede ser desnutrición
Otra repercusión palpable de la ausencia de proteínas pudiera esconderse tras actitudes aparentemente “flojas” por parte de algunos niños, que refieren los docentes, ha declarado la médico pediatra Mercedes López de Blanco, vicepresidente de la fundación Bengoa.
-Algunos docentes dicen manifestar que los niños están “flojeando”, pero quizás no se percatan de que están desnutridos. La disminución de proteínas, no solo los vuelve débil o delgado, sino desconcentrados, distraídos y levemente tardíos en sus respuestas, refiere López de Blanco.
Este panorama pudiera revertirse. “El ser humano tiene una capacidad de recuperación. Desde el momento de la concepción hasta los dos años de los niños es una situación crítica. Allí cualquier cosa que ocurra es difícil de corregir. Sin embargo, se puede. En cambio, los niños que hayan presentado un daño permanente, por ejemplo cinco años de hambre, no se recuperarán. La situación es espinosa, pero sí actuamos ya, será irreversible”.
La labor de la fundación Bengoa no solo se centra en la investigación, también en la asistencia. Cuando detectan niños con marcados déficits los refieren a Cania, el Centro de Atención Nutricional Infantil Antímano, Caracas, donde le ayudan en el apoyo médico para que salgan de ese estado.
En Carabobo, el Instituto de Investigación en nutrición de la UC se dedica a orientar a la población que recorre a cómo hacer sustitución de los alimentos que escasean. Mientras, no se está al tanto de alguna actividad por parte del Estado de cómo se revertirán estas secuelas que, según los pronósticos, pudieran mejorarse si hay producción de los alimentos.
Fuente: El Carabobeño
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