El atletismo español exploró un horizonte prohibido con Orlando Ortega, el cubano nacionalizado que es una estrella mundial. En una disciplina, en la que España sólo había registrado tres finalistas, en 1980 y 1984, cuando existía una colección de vallistas europeos fabulosa en la que estaban integrados Javier Moracho y Carlos Sala y, luego Jackson Quiñóñez en 2008, Ortega proporcionó a España una plata.
La medalla puso fin a 12 años de sequía en el caladero olímpico del atletismo español, huérfano de éxitos desde la medalla de otro cubano de origen, Joan Lino, que logró el bronce en longitud.
En la prueba de la doble aceleración, primero hasta los 30 metros y después de los 70 hasta el final, Ortega se quedó atrapado en el comienzo. En el mundo de los hipermusculados como McLeod, Orlando parece un tirillas. Es alto, fibroso y magro, pinta de boxeador del peso pluma. Con esas nociones de la infancia había entrado en el Engenhao. Le faltó tirar un puño al aire para que el estadio cobrase aspecto de cuadrilátero.
Su salida fue horrible. Reaccionó bien (127 milésimas), pero sus primeros pasos, las siete zancadas hasta la primera valla, el momento de más tensión en esta prueba, fueron malísimas. Quedaban 100 metros por delante y parecía vencido.
Su imagen fue emotiva. Arrodillado en el suelo al borde del llanto, se abrazaba a todo el que se le acercaba. A Devon Allen, el primero en felicitarlo, el joven que no pudo suceder a su compatriota Aries Merritt; a Bascou, el sorprendente francés que se coló en el podio con un bronce, sin pedigrí. Y a McLeod, el nervioso jamaicano que no para de mover la rodilal mientras habla y que ha extendido el dominio de las islas a las vallas. Miró al cielo, se santiguó y señaló arriba donde los homenajes salen del corazón.
Luego cogió una bandera y se perdió por la pista a celebrarlo a su manera,pensando en su abuela Cristina, la que defendió a Cuba en los Juegos de Mëxico 68 y en cosas muy profundas. Le llamaron desertor, cuando en 2013 se fue de Cuba harto de la Federación tras los Mundiales de Moscú hacia Padova primero y luego a Guadalajara. Ahora le llaman medallista olímpico. Y de plata.
Fuente: Marca.com
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