En la prueba clasificatoria, antes de que Usain Bolt gane el oro en 100m, ocurrió esta escena que ha sido muy comentada
La imagen habla por sí sola: Usain Bolt se divierte mientras sus rivales compiten. El 'Rayo' se da tiempo para mirar a los costados, sonreir, estando cuatro cuerpos por delante, justo cuando De Grasse, Ujah y Yamagata deforman sus rostros por el esfuerzo.
En semifinales Usain Bolt sembró el pánico entre sus rivales al ganar la segunda carrera en 9.86 segundos, su mejor registro del año, pese a que había sido el más lento de todos en abandonar los tacos de salida y dejándose ir en los últimos metros, cuando miró al soslayo, como en el soneto cervantino, y vio que nadie llegaba por los flancos.
Una hora después, de regreso a la cámara de llamadas, esta vez para dirimir la última batalla, Usain Bolt marcó territorio a sus rivales, paseando lentamente, serio y concentrado. Cuando posaba la mirada en alguna de sus futuras víctimas, todos eludían el contacto visual, según se pudo comprobar a través de las cámaras interiores del estadio.
La ley de la selva prohíbe mirar a los ojos al macho alfa, a menos
que uno se atreva a retarle a un combate a muerte. Cuando uno no está
seguro de sus fueras, mejor bajar la mirada.
Un peso corporal de 94 kilos repartidos en 195 centímetros de
estatura constituye una máquina pesada cuya puesta en marcha consume
mucha energía, pero una vez que alcanza su velocidad de crucero es
imparable.
El astro jamaiquino impresiona a cualquiera. "Sí, impresiona. No solo
por sus resultados y sus marcas, es que es físicamente muy grande",
confiesa Bruno Hortelano, la nueva joya de la velocidad española, que
viene de proclamarse en Amsterdam campeón de Europa de 200m.
Su sola estampa intimida a sus contrarios, y si además el público se
vuelca con el grande, la batalla se desequilibra todavía más.
La noche del domingo, con el estadio Olímpico lleno por primera vez
en tres días de atletismo, 56 mil espectadores se pronunciaron a favor
de Bolt de forma abrumadoramente mayoritaria. El clamor pudo escucharse
10 kilómetros a la redonda cuando el locutor lo convocó a la pista
durante la presentación de la final de 100 metros y el ídolo apareció
por el túnel, sonriente y gesticulante.
"¡Bolt, Bolt, Bolt!, gritaba rítmicamente el público brasileño, que
adoptó desde hace años al jamaiquino como ídolo propio. El rey del
esprint acostumbra a visitar Brasil al menos una vez al año para
participar en una carrera espectacular en la playa de Copacabana.
Por el contrario, su máximo adversario, el estadounidense Justin
Gatlin, tuvo que competir frente a la animosidad del público. Los
espectadores no le perdonan su pasado (cuatro años suspendido por
dopaje), pero tampoco aguantan a nadie que, al menos sobre el papel,
esté en condiciones de batir a su ídolo. El norteamericano, "el malo de
la película", tuvo que contentarse con ser el medallista olímpico de más
edad en esta prueba, con 34 años.
Con el público entero a su favor, una vez ganada entre bambalinas la
batalla psicológica y con ese cuerpo, a nadie pudo extrañar que Bolt
venciera con tanta facilidad. Ocho centésimas en 100 metros son muchas.
El año pasado, en los Mundiales de Beijing, solo 13 milésimas los separó
en la meta, también a favor del macho alfa.
Bolt ha vencido en Río con 9.81, el peor tiempo de sus tres títulos
olímpicos del hectómetro, pero con igual autoridad, en una repetición
del podio mundialista de Beijing 2015, aunque en aquella ocasión el
canadiense De Grasse compartió el bronce con el estadounidense Trayvon
Bromell.
"Alguien dijo que puedo convertirme en un atleta inmortal. Dos
medallas de oro más y lo habré conseguido", comentó el bólido
jamaiquino.
El reto del triple-triple sigue adelante. Si lo consigue, Bolt habrá
igualado las nueve medallas olímpicas del fondista Paavo Nurmi y del
esprinter estadounidense Carl Lewis. Eso sí, nunca, ni cuando esté por
cruzar la meta con el asecho de siete corredores de élite, dejará de
sonreir.
Fuente: El Comercio / Perù
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