Voz de una venezolana radicada en Colombia
El camino hacia un referendo revocatorio en Venezuela abriría las puertas para que el pueblo decida si quiere seguir en el chavismo.
“Uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida”. Creo que ese es el deseo de todos los venezolanos que nos fuimos y anhelamos regresar. Esta semana cumplo seis meses viviendo en Bogotá. Me fui un 7 de diciembre, un día después de que la oposición ganara la mayoría de votos en las elecciones parlamentarias. El día en que todos los venezolanos teníamos sentimientos encontrados, sobre todo yo. ¡Ganamos!, pero ¿me voy?
Les presento el país donde todo es posible, y nada al mismo tiempo. “El país de las oportunidades”, como le decían, y el del “sálvese quien pueda”, como le decimos. Yo me salvé, o eso creo, aunque a veces quisiera volver a ese estado de resiliencia. ¿Qué esperanza tiene un joven que sólo conoce la dictadura?
No me fui del país por falta de trabajo. Para un recién egresado no puede ser más fácil conseguir empleo en un lugar abandonado por profesionales que se han ido a buscar mejores oportunidades a otros países. A mis 22 años, sin estar graduada, ya tenía mi propio programa de televisión, otro de radio, y escribía para un periódico prestigioso. Pero también tenía tres amigos a los que habían asesinado, experimenté un robo en la puerta de mi casa y perdía la cuenta de las veces que me amenazaron con pistola en plena calle. En Venezuela tenemos en promedio siete o nueve vidas, como los gatos.
Sin embargo, uno se acostumbra a la inseguridad. ¿Sabes a lo que uno no se acostumbra? A una inflación del 300 % anual. No hay tiempo para acostumbrarse, sólo te consume. El dinero ha perdido tanto su valor, que los 30 dólares promedio que gana un profesional en Venezuela no le alcanzan para vivir solo ni para invitar a la novia a cenar.
La polarización empieza por sus líderes. Como opositora, no me siento identificada con un político que utilice el eslogan: “Estamos del lado correcto de la historia”, como tenía Leopoldo en su camisa el día que lo metieron preso. Pero mucho menos con el descaro de “Chávez, corazón del pueblo”, cuando ese pueblo tiene que sufrir para conseguir un kilo de harina, un litro de leche, pañales para el bebé y absolutamente todo lo que está regulado por el Estado.
Puede sonar alarmista, pero no todas son malas noticias. También hay otros jóvenes que decidieron quedarse y emprender. Amigos que están apostando el todo o nada en este laberinto, que naturalmente están creciendo como una flor en un campo en ruinas y, de cierta forma, son los que están sacrificándose por todos los que nos hemos ido y queremos regresar. Vivir en el exterior y decir que uno quiere volver cuando todo mejore es inevitablemente un acto egoísta, y hay que aceptarlo y vivir con eso.
El gran desafío de la oposición en estas épocas, en las que se ha ganado mayor terreno político, es no caer en la ley de Talión, en donde el ojo por ojo termina dejándonos ciegos. En un país polarizado necesitamos una estrategia distinta a la venganza, un idioma universal que traiga aires de cambio, que no despoje al pueblo chavista de sus ideales, es decir, que continúen y se refuercen las misiones educativas, que a la clase menos favorecida se le faciliten créditos inmobiliarios, que la delincuencia no invada sus vidas y que esta revolución sirva más bien para quitar vendas.
De igual forma, espero que la oposición sepa asumir las victorias venideras con mayor responsabilidad. Fue drástico el cambio que vivió la Asamblea Nacional, desde aspectos insignificantes, como retirar todas las imágenes con simbología chavista, hasta la manera directa, y a veces tajante, en la que el actual presidente de la Asamblea se dirige a algunos diputados.
El chavismo perdió a su líder hace tres años y el de la oposición se encuentra preso desde 2014. Con la falta de representantes de ambos sectores, considero que es necesario que la población venezolana se empodere y encuentre soluciones a las problemáticas económicas y sociales. Que no depositen su esperanza en un líder totalitario (sea del bando político que sea), sino que generen dinámicas democráticas que exijan una inmediata reconciliación.
Este escenario puede ser posible con el reconocimiento y la validación de las firmas que avalarían un referéndum revocatorio. La importancia de que éste se realice en el 2016 radica en que se convocarían elecciones presidenciales, y con ellas, la oportunidad de que la oposición alcance la mayoría de votos. Si se aplaza el revocatorio para el 2017, Maduro cedería su puesto al vicepresidente de la República, un resultado que nos mantendría en la misma situación.
Hay que volver a confiar en las instituciones públicas. ¿Quién va a salir a votar cuando los encargados del Consejo Nacional Electoral (CNE) son abiertamente chavistas? Deben existir condiciones que aseguren la transparencia en estos procesos y neutralidad en los entes que los realizan.
Aunque yo emigré un día después de unas elecciones, recuerdo que lo único que me importaba era hacer la promesa de que, sin importar el lugar en el que me encontrara, nunca me perdería una elección en mi país. Las elecciones son el acto democrático más real, sincero, y que puede expresar el deseo de la mayoría.
En la actualidad me encuentro en Colombia, un país que me ha ofrecido la estabilidad que desde hace un tiempo se hacía imposible conseguir en Venezuela. Puedo vivir de mi profesión, el periodismo. Camino tranquilamente por las calles de la ciudad, con la seguridad de no sufrir la misma violencia que acecha en mi país. No puedo decir que no extraño mi casa, a mis seres queridos, mi antiguo trabajo, el clima soleado de mi ciudad natal, y que no me sobran los motivos para querer volver. Sin embargo, no quiero estar añorando constantemente el pasado, porque la nostalgia es una droga, tan peligrosa como cualquier otra.
Como dice el escritor colombiano Ramón Cote: “Cuánto nos parecemos a las ciudades que amamos y cuánto nos vamos pareciendo a las ciudades que perdimos, pero también cuánto nos consuela descubrir en ciertos momentos que el mundo con todas sus ciudades está siempre en el sitio donde estamos nosotros”.
* Periodista venezolana radicada en Colombia.
Fuente: El Espectador / Colombia
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