Un monstruo gobierna en el taller de máquinas: la soledad. Alexis Graterol lo siente, lo vive. Los días son muy parecidos al anterior en la rotativa de El Carabobeño. Ya no hay un titular, una foto, que haga distinto el trabajo diario de los operadores. Se cumplen dos meses desde que la condena del Gobierno se ejecutara: no hay más papel para imprimir un diario que circuló sin freno por más de ocho décadas. “Aquí estamos, seguimos esperando que nos den... aunque sea un poquito”, comenta el supervisor del departamento.
Alexis ha visto cómo sus compañeros se han marchado. Ahora le sobran los dedos de la mano para contar quienes siguen en los talleres, como él, con 22 años de servicio. No puede sino imaginar las penurias por las que están pasando quienes se han ido. No ha sabido de ninguno. El país es un caos por todos lados, ilustra. “Si a mí, que me dejaron en mi puesto, no me alcanza el sueldo para nada, imagínate a quienes están en sus casas”.
Cuando el camino se pone duro, solo los duros caminan. Una frase insignia en el repertorio verbal de Carmen Grillet, gerente general del diario. El Carabobeño se declaró en un cierre técnico poco después de la edición del 17 de marzo de 2016.
Pero la esperanza de Alexis se sobrepone como la de muchos. El hombre moreno casi siempre viste una braga azul de faena manchada con tinta negra. Su anhelo es quizá tan grande como la rotativa de tres pisos que administra. Comenta que no ha dejado de ir a los talleres aunque no haya papel. La producción es cero, cierto. Pero hay que estar preparados por si vuelve la materia prima. “¿Qué hacemos?, pues mucho mantenimiento a las máquinas. Las ponemos a funcionar, para que no se dañen los rodillos. Estamos esperando por el Gobierno ¿Qué otra cosa podemos hacer?”.
Hay quienes sí han tenido que hacer otras cosas. Carmen Villegas experimentó un cambio brusco en su desempeño en la empresa. Fue correctora durante al menos 10 años para la edición impresa. Y también una de las primeras que tuvo que irse cuando El Carabobeño se ausentó de los quioscos. Ella dijo adiós por unos días.
Pero volvió. Es también la prueba del esfuerzo que ha hecho la empresa por conservar a su personal. La llamaron y le dijeron que no la querían fuera. Por eso le buscaron un puesto reacomodado. Ahora es secretaria de redacción, y sigue impregnando con su carisma a cualquiera que atraviese la primera puerta a la izquierda del piso dos. Allí, donde aún suenan teclados. Aunque no como antes.
Grillet no desecha la posibilidad. Si todo mejora, la gente que se fue con las puertas abiertas será llamada de vuelta. No hay un día en que Villegas no se ponga nostálgica, confiesa. El diario más importante de la región no está, pero el drama venezolano sigue. Todos los días la mujer ve colas inmensas en el abasto Bicentenario de Valencia. “Esta empresa siempre estuvo conmigo cuando la necesité. Pero ahora lo que me preocupa es qué país van a tener mis nietos”, dice con tristeza.
La política del silencio
No hay respuesta desde marzo de 2015 para El Carabobeño. En agosto de 2014 se hicieron los primeros intentos por establecer una relación comercial con el Complejo Editorial Alfredo Maneiro (CEAM), que desde su creación en 2013 se convirtió en el único organismo con la facultad de recibir divisas del Estado para la importación de materia prima para periódicos. Nació el monopolio del papel. Y con una línea editorial independiente, el Diario del Centro nunca fue una prioridad para el Gobierno.
El primer despacho de bobinas desde el CEAM ocurrió en noviembre: 150 bobinas (rollos gigantes) de papel. Pero eso es apenas 50% de lo que se necesitaba para circular mensualmente. El segundo envío fue de 44 bobinas en febrero de 2015. Luego 48 a principios de marzo y el último envío de 72 unidades el 18 de ese mismo mes. Hace un año y casi dos meses que el diario no tiene materia prima. Se sacrificaron todas las ediciones especiales, hasta la impostergable salida de circulación del periódico.
Se trató de una política para silenciar medios independientes. Carlos Correa, director de la Organización No Gubernamental Espacio Público, sostiene que lo que pasó con El Carabobeño es una demostración de que no hay voluntad en el Gobierno. “No fue un caso fortuito, cosas del azar. Esto es una dinámica absolutamente deliberada de silenciar”.
Lo reconoció el propio presidente del CEAM, Hugo Cabezas. Luego de una inspección de la comisión de medios de la Asamblea Nacional (AN) escribió en su cuenta de Twitter que como compañía el complejo editorial se reservaba el derecho de vender papel a quien quisiera. “Incluso si fuese una empresa privada, Maneiro es un monopolio de facto. Y estaba obligado a vender papel a El Carabobeño”, lamentó Correa, quien rechazó enérgicamente las declaraciones.
Espacio Público introdujo ante la sala constitucional del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) una solicitud de medida cautelar por el caso del Diario Del Centro. Pidió junto a organizaciones y gremios como el Colegio Nacional de Periodistas y el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa que se respetara el derecho de los trabajadores y lectores ante la violación del derecho al trabajo y la información. Comentó vía telefónica que la ONG no ha tenido respuesta del tribunal. Más silencio. “Corresponde a la voluntad del Ejecutivo contra un medio. A otros se les sigue vendiendo papel y hasta divisas”.
Lo que hizo Cabezas es una confesión de parte. Tomás Guanipa, presidente de la Comisión de Medios de la AN, lo ve así. El CEAM se usa como un censor gubernamental, al que ni siquiera la propia AN ha podido neutralizar. “Nosotros vamos a seguir investigando y denunciado. Pero aquí lo que tenemos que hacer es salir de este Gobierno. Nicolás Maduro es el responsable de la situación de El Carabobeño, y revocándolo a él también revocaremos el asedio contra los medios”.
Es posible que este año se genere un pronunciamiento internacional a favor de este diario, informó el director de Espacio Público. Están trabajando en ello, dijo. A El Carabobeño hay que apoyarlo. Y no solo por un tema de principios, refiere Correa. Se trata de un hecho que quedará sentado en la historia como un precedente de la conducta represiva del Estado frente a la prensa libre.
La necesidad de la gente
La gente quiere leer El Carabobeño. No importa dónde se consiga, sostiene Alejandro Villalobos. Entró en la empresa en 2005 y ha desempeñado casi todos los cargos que un periodista puede tener en una redacción. Ahora es coordinador de la página web: el maestro detrás de la orquesta en la nueva propuesta —y única salida editorial— que tuvo el diario para no cerrar por completo.
Las visitas van en franco aumento. Aumentaron 50% desde la suspensión de la edición impresa. Villalobos le define como una necesidad de la gente. Una necesidad que supera los tres millones de manifestaciones mensuales. No ha sido fácil para nadie, pero la transición empieza a dar frutos dulces. En redes sociales la competencia quedó atrás y los contenidos exclusivos se publican a diario.
La forma de trabajar cambió diametralmente. “Al principio costó mucho, sobretodo los procesos”. Decidir qué se publica ya mismo, o qué contenido se guarda. Fue un trauma, relata hoy desahogado. El periodista común de El Carabobeño siempre pensó que la página web era un accesorio del periódico. La decisión de los contenidos que se publican es más frenética, se hace énfasis en las coberturas en vivo, en las redes sociales. “Hoy la web lo es todo”.
Pero mañana la historia podría ser otra. Hay quienes trabajan a diario para que sea así. “El cierre de este periódico es temporal. Vamos a revocar a este Gobierno y muy pronto la gente va a volver a tener a El Carabobeño en las calles de Valencia y Venezuela. Estoy seguro de eso”, afirmó Guanipa. La web podría seguir siendo todo, pero acompañada de una tradición en el estado, como lo han reconocido muchos. Podrían, la web y la edición impresa, ser el complemento mutuo de una historia que tiene 82 años, y se quiere seguir escribiendo.
Alexis ha visto cómo sus compañeros se han marchado. Ahora le sobran los dedos de la mano para contar quienes siguen en los talleres, como él, con 22 años de servicio. No puede sino imaginar las penurias por las que están pasando quienes se han ido. No ha sabido de ninguno. El país es un caos por todos lados, ilustra. “Si a mí, que me dejaron en mi puesto, no me alcanza el sueldo para nada, imagínate a quienes están en sus casas”.
Cuando el camino se pone duro, solo los duros caminan. Una frase insignia en el repertorio verbal de Carmen Grillet, gerente general del diario. El Carabobeño se declaró en un cierre técnico poco después de la edición del 17 de marzo de 2016.
Pero la esperanza de Alexis se sobrepone como la de muchos. El hombre moreno casi siempre viste una braga azul de faena manchada con tinta negra. Su anhelo es quizá tan grande como la rotativa de tres pisos que administra. Comenta que no ha dejado de ir a los talleres aunque no haya papel. La producción es cero, cierto. Pero hay que estar preparados por si vuelve la materia prima. “¿Qué hacemos?, pues mucho mantenimiento a las máquinas. Las ponemos a funcionar, para que no se dañen los rodillos. Estamos esperando por el Gobierno ¿Qué otra cosa podemos hacer?”.
Hay quienes sí han tenido que hacer otras cosas. Carmen Villegas experimentó un cambio brusco en su desempeño en la empresa. Fue correctora durante al menos 10 años para la edición impresa. Y también una de las primeras que tuvo que irse cuando El Carabobeño se ausentó de los quioscos. Ella dijo adiós por unos días.
Pero volvió. Es también la prueba del esfuerzo que ha hecho la empresa por conservar a su personal. La llamaron y le dijeron que no la querían fuera. Por eso le buscaron un puesto reacomodado. Ahora es secretaria de redacción, y sigue impregnando con su carisma a cualquiera que atraviese la primera puerta a la izquierda del piso dos. Allí, donde aún suenan teclados. Aunque no como antes.
Grillet no desecha la posibilidad. Si todo mejora, la gente que se fue con las puertas abiertas será llamada de vuelta. No hay un día en que Villegas no se ponga nostálgica, confiesa. El diario más importante de la región no está, pero el drama venezolano sigue. Todos los días la mujer ve colas inmensas en el abasto Bicentenario de Valencia. “Esta empresa siempre estuvo conmigo cuando la necesité. Pero ahora lo que me preocupa es qué país van a tener mis nietos”, dice con tristeza.
La política del silencio
No hay respuesta desde marzo de 2015 para El Carabobeño. En agosto de 2014 se hicieron los primeros intentos por establecer una relación comercial con el Complejo Editorial Alfredo Maneiro (CEAM), que desde su creación en 2013 se convirtió en el único organismo con la facultad de recibir divisas del Estado para la importación de materia prima para periódicos. Nació el monopolio del papel. Y con una línea editorial independiente, el Diario del Centro nunca fue una prioridad para el Gobierno.
El primer despacho de bobinas desde el CEAM ocurrió en noviembre: 150 bobinas (rollos gigantes) de papel. Pero eso es apenas 50% de lo que se necesitaba para circular mensualmente. El segundo envío fue de 44 bobinas en febrero de 2015. Luego 48 a principios de marzo y el último envío de 72 unidades el 18 de ese mismo mes. Hace un año y casi dos meses que el diario no tiene materia prima. Se sacrificaron todas las ediciones especiales, hasta la impostergable salida de circulación del periódico.
Se trató de una política para silenciar medios independientes. Carlos Correa, director de la Organización No Gubernamental Espacio Público, sostiene que lo que pasó con El Carabobeño es una demostración de que no hay voluntad en el Gobierno. “No fue un caso fortuito, cosas del azar. Esto es una dinámica absolutamente deliberada de silenciar”.
Lo reconoció el propio presidente del CEAM, Hugo Cabezas. Luego de una inspección de la comisión de medios de la Asamblea Nacional (AN) escribió en su cuenta de Twitter que como compañía el complejo editorial se reservaba el derecho de vender papel a quien quisiera. “Incluso si fuese una empresa privada, Maneiro es un monopolio de facto. Y estaba obligado a vender papel a El Carabobeño”, lamentó Correa, quien rechazó enérgicamente las declaraciones.
Espacio Público introdujo ante la sala constitucional del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) una solicitud de medida cautelar por el caso del Diario Del Centro. Pidió junto a organizaciones y gremios como el Colegio Nacional de Periodistas y el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa que se respetara el derecho de los trabajadores y lectores ante la violación del derecho al trabajo y la información. Comentó vía telefónica que la ONG no ha tenido respuesta del tribunal. Más silencio. “Corresponde a la voluntad del Ejecutivo contra un medio. A otros se les sigue vendiendo papel y hasta divisas”.
Lo que hizo Cabezas es una confesión de parte. Tomás Guanipa, presidente de la Comisión de Medios de la AN, lo ve así. El CEAM se usa como un censor gubernamental, al que ni siquiera la propia AN ha podido neutralizar. “Nosotros vamos a seguir investigando y denunciado. Pero aquí lo que tenemos que hacer es salir de este Gobierno. Nicolás Maduro es el responsable de la situación de El Carabobeño, y revocándolo a él también revocaremos el asedio contra los medios”.
Es posible que este año se genere un pronunciamiento internacional a favor de este diario, informó el director de Espacio Público. Están trabajando en ello, dijo. A El Carabobeño hay que apoyarlo. Y no solo por un tema de principios, refiere Correa. Se trata de un hecho que quedará sentado en la historia como un precedente de la conducta represiva del Estado frente a la prensa libre.
La necesidad de la gente
La gente quiere leer El Carabobeño. No importa dónde se consiga, sostiene Alejandro Villalobos. Entró en la empresa en 2005 y ha desempeñado casi todos los cargos que un periodista puede tener en una redacción. Ahora es coordinador de la página web: el maestro detrás de la orquesta en la nueva propuesta —y única salida editorial— que tuvo el diario para no cerrar por completo.
Las visitas van en franco aumento. Aumentaron 50% desde la suspensión de la edición impresa. Villalobos le define como una necesidad de la gente. Una necesidad que supera los tres millones de manifestaciones mensuales. No ha sido fácil para nadie, pero la transición empieza a dar frutos dulces. En redes sociales la competencia quedó atrás y los contenidos exclusivos se publican a diario.
La forma de trabajar cambió diametralmente. “Al principio costó mucho, sobretodo los procesos”. Decidir qué se publica ya mismo, o qué contenido se guarda. Fue un trauma, relata hoy desahogado. El periodista común de El Carabobeño siempre pensó que la página web era un accesorio del periódico. La decisión de los contenidos que se publican es más frenética, se hace énfasis en las coberturas en vivo, en las redes sociales. “Hoy la web lo es todo”.
Pero mañana la historia podría ser otra. Hay quienes trabajan a diario para que sea así. “El cierre de este periódico es temporal. Vamos a revocar a este Gobierno y muy pronto la gente va a volver a tener a El Carabobeño en las calles de Valencia y Venezuela. Estoy seguro de eso”, afirmó Guanipa. La web podría seguir siendo todo, pero acompañada de una tradición en el estado, como lo han reconocido muchos. Podrían, la web y la edición impresa, ser el complemento mutuo de una historia que tiene 82 años, y se quiere seguir escribiendo.
Fuente: El Carabobeño
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